Hace una semana hablaba de nuestra visita al mini-zoo de Guadalajara, contando maravillas de lo que allí había. Hoy quiero hablar de otro tipo de zoos, como el de Copenhague. Donde han decidido sacrificar a dos leones adultos y dos cachorros de menos de un año para ¿abrir paso a una nueva generación?
Hay formas absurdas de justificar lo injustificable y luego está esto. Pretenden hacernos creer que los cachorros a los diez meses ya han cumplido con su ciclo vital y que ya no son más que un estorbo. Puede que sí lo sean, puede que el reducto en el que los tenían confinados se hubiera quedado ya tan pequeño que no entrase ni un alfiler y decidieron dejar espacio.
Hace poco más de un mes, el mismo centro de exterminio animal decidió acabar con una jirafa, pero haciéndolo bién, dando espectáculo, al mas puro estilo del circo romano: mostrando ante el público cómo acaban con la vida de la jirafa (también, al final de ciclo vital, ya tenía la friolera de dos años) y luego echándola a los leones. Que sólo les falta poner un poco de arena y darle a la jirafa un escudo y una espada.
La verdad es que no lo entiendo, pero no sólo esto, no entiendo que sigan existiendo los zoológicos y que encima sean considerados un lugar apropiado para ir con niños. Yo solamente he ido a dos. El primero, en Madrid, donde los animales que no estaban durmiendo parecían drogados, aunque probablemente no lo estuvieran y el segundo el de Guadalajara, que me encantó por su concepto.
Estamos en una latitud en la que unos animales pasan calor y otros frío. A otros los sacamos de su habitat natural para traerlos de bosques tropicales a un clima seco. Por no hablar de los pobres delfines que además tienen que hacer el espectáculo cada día. Esto es un zoo. ¿Esto es lo que queremos? Ver animales que no viven en su entorno... pues para eso, mejor una foto o un bonito documental en 3D, que al menos tienen movimiento.
Yo me sigo quedando con el otro tipo de recintos donde están los animales que no pueden vivir en otro sitio, donde los animales tienen espacio, donde no se busca el espectáculo para hacer dinero a costa de unos pobres animales que no se comportan como sería propio de su especie porque no han visto la libertad.
Centros como el de Guadalajara (sé que hay más repartidos por toda España, pero por mi mala experiencia en zoo de Madrid me he resistido a conocer hasta ahora) suponen un cambio en la cultura de ver a los animales. Están encerrados, sí, pero en libertad no podrían subsistir. Les damos una segunda oportunidad y ellos nos la dan a nosotros dejándonos contemplarlos.
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